sábado, 30 de enero de 2010

MAZO DE ALVARIZA 21/03/2009

Saludos amigos:
Aprovechando un estupendo día, de esta recién estrenada primavera, hemos escogido como destino uno de esos lugares históricos.
Descripción:
Como afirma José Manuel Feito Álvarez, notable investigador
asturianista, el mazo es la máquina antigua más importante en la
economía comercial astur, ya que el sistema de trabajo aventajaba en
mucho al del simple herrero, dedicado, casi exclusivamente, a componer
herramientas gastadas.
El mazo de Alvariza —de titularidad privada y declarado Monumento con
fecha 1/9/1983—, llamado El Machuco por la existencia de un martinete,
es una antigua fragua romana (una de las dos conservadas en Asturias),
que está en muy buen estado de conservación y todavía es utilizada para
realizar trabajos. No fue una ferrería de fundición sino de
transformación. Aprovecha las aguas del arroyo Carricedo, o Pascual
como lo llama el ilustrado gijonés Jovellanos, quien visitó el ingenio
y lo cita en sus Diarios (20 de julio de 1792): «Casa de la Vega. Más
adelante se encuentra un buen machuco movido por las aguas del río o
arroyo Pascual, que baja del monte Unombre por la derecha y sirve para
tirar el hierro para varios usos, de flejes, clavazón, etcétera. Sólo
se hacen garfiellas porque no saben más. Los herreros del país pagan al
llevador (el dueño es don José Peláez, forista de Belmonte) seis
ducados cada año por uso de él para sus obras, poniendo ellos el carbón
y aun concurriendo a quiebras menores».
En la artesanía popular asturiana, José Manuel Feito hace una precisa
descripción de este mazo:
«Consiste en una cámara de agua o camarao, donde se almacena el agua
apta para caer sobre las palas de la rueda giratoria. La válvula de
cierre o maza es una especie de cono truncado cuya base ajusta y
descansa sobre la misma canal, cerrando así la boca del desagüe. Lleva
además un pivote hacia abajo y dos hierros a los lados que se desplazan
por unas guías verticales con el fin de centrar el mazo. Las llaves del
camarao son unas piedras pasantes sobre las que se elevan cuatro vigas
de madera para contrarrestar el peso del agua sobre las paredes.
Posiblemente es un resto de cuando todo el depósito era de madera.
El mazo o válvula se abre por medio de la vara de arranque o palo
horizontal que eleva el mazo al balancear cuando se tira de la cadena
desde la fragua a través del canal o estolda, que gira apoyada por
ambos lados en los cepos, especie de cojinetes incrustados entre dos
tablones y aprisionados en el duernu. Las cuatro levas o malosobreiros
en mitad del eje aprisionan el mango del martillo, elevándolo sobre dos
bujes para hacerlo caer a cada paso entre leva y leva sobre la inca o
yunque clavada en una viga de roble totalmente enterrada, apoyada
asimismo sobre otras transversales también enterradas. El martillo
pesará unos 60 kg. Los del Occidente astur, que tienen otros sistemas
de golpear aunque en esencia son como el descrito, pasan de los 200 kg.
Cuando el camarao está abierto, el agua discurre por la misma canal
pero sin fuerza motriz por ser de poca cantidad. En el Occidente hay un
canal o dirroucadoiro que desvía el agua hacia el río cuando la máquina
no funciona. El herrero, una vez calentado el lingote o pieza en el
rezagar, lo coloca sobre el yunque, labor que requiere una cierta
especialización. El martillo, con rápidos y acompasados golpes,
estiraba, ensanchaba o adelgazaba la pieza, quedando así dispuesto para
que las fraguas procedieran a la fabricación de múltiples objetos de
hierro.
»Había dos medios para avivar el fuego de carbón vegetal: la
barquinera, especie de dos fuelles movidos por una ingeniosa
combinación de piezas que transforman el movimiento circular de una
rueda más pequeña que la del mazo, y que movida por agua hace que el
movimiento giratorio se cambie en otro alternativo de sube y baja, que
es el que mueve los fuelles; y las trompas (Flórez Estrada las llama
«máquinas soplantes»), consistentes en tubos verticales empalmados a
otros horizontales que se dirigen al hogar, y por donde circula el aire
que sale impulsado hacia el fuego al hacer caer por los verticales un
chorro de agua desde la parte alta del martinete».
Fuente: Ayuntamiento de Belmonte de Miranda y La artesanía popular
asturiana (José Manuel Feito, Ayalga Ediciones, Salinas — Asturias,
1986)
El lugar está en un entorno fantástico...

Como el día era perfecto para rodar decidimos regresar por una ruta
alternativa que suponía unos 50 km más de disfrute.. Subimos al puerto
de San Lorenzo para cambiar de valle y regresar por Teverga...
Fue increíble pasar de esto..

A esto otro...
Esto es lo maravilloso de Asturias, en unos kilómetros te encuentras unos
paisajes de contraste...
El día animó a muchos a salir a pasear...

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